LA PARADA DE LOS MONSTRUOS

LA PARADA DE LOS MONSTRUOS

miércoles, 26 de agosto de 2015

MONSTRUOS POR DÁMASO ALONSO

Lo que puedas preguntarte está escrito. Prueba a leer, verás cuántas cosas aprendes.
Creo que lo dije en la primera entrada: tú y yo somos monstruos. Pero, el mayor monstruo que ha existido nunca ha sido dios. En su nombre, se han declarado guerras. En su nombre, se han sacrificado vidas. En su nombre, el hombre mata y muere. Al final, te arrepientes y eso es todo. Estás salvado. Toda la sangre que has acumulado en tres los dedos se limpiará sola.
Vestirás chorreras sin mácula. Andarás sobre cadáveres como quien anda sobre la hierba blanda. Verde. Recién regada.
¿Qué eres? Un monstruo. Tú, sí, dios. Un monstruo terrible.
¿Crees que fuiste creado a su imagen y semejanza? Monstruoso es aquello que es diferente.
Frankenstein es sólo una imagen. La sombra es el primer miedo.
Antepasados que no saben qué harán con su miseria te trasladan su pánico a lo que no es como ellos.
Monstruos...


Así lo dijo Dámaso Alonso:

Todos los días rezo esta oración
al levantarme:
Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan,
igual, igual que yo les interrogo a ellos.
Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo
el silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación.
Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tinieblas de la luz  solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas que me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:
¡son monstruos,
estoy cercado de monstruos!

No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se
desarrolla a sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.

No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés
que hacia ti clama
con todos sus tentáculos enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente;
no, ninguno tan monstruoso
como esa alimaña que brama hacia ti,
como esa desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
"Oh, Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti
gime en la noche."


Y si Dámaso Alonso era un monstruo, entonces, yo no soy más que un insecto.

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